JABÓN Y PIRATAS

No sé si lo oléis en el ambiente, pero hay una especie de corporativismo flotando que hace tiempo rebasó las barreras del compañerismo. Me refiero al compañerismo entre escritores que, cuando se hace interesado, es decir, cuando no es compañerismo por admiración o solidaridad, sino por conveniencia, excluye en cierto modo el respeto por el lector. Porque, no seamos ingenuos, la opinión de un escritor sobre otro escritor importa más que la opinión de un lector cualquiera sobre ambos. Esto es algo de lo que nos hemos dado cuenta y lo usamos, ¿verdad? Joder si lo usamos.

Y lo usamos porque una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad, sobre todo cuando la verdad es tranquilizadora y no perjudica a nadie; en principio, parece que no perjudica a nadie. Así, construimos una realidad paralela a la realidad basada en el principio del relativismo cultural, que no quiere decir otra cosa que cualquier libro es bueno si retuerces lo bastante el cristal desde el que se mira. Debería funcionar ¿verdad?

Este corporativismo ha llevado a que el mayor pecado que pueda cometer un escritor en estos momentos es criticar la obra de otro escritor. Actualmente, si queremos ser sinceros con la obra nuestra y la de otros, tenemos que atenernos a las consecuencias de un modo realmente temerario. De hecho, solo atreverte a insinuar que existen libros mal editados, es decir, publicados con constantes reiteraciones, faltas de ortografía o tipografía (que a mí a estas alturas de la película ya casi me da lo mismo, en serio), te convierte en un enemigo de la pujante industria de la novela popular, la novela que puede escribir cualquiera para que todos la disfruten. No puede haber nada de malo en que cualquiera publique una novela, un editor se la edite sin una corrección suficiente, y que nos protejamos corporativamente de modo que esto acabe siendo la norma y no la excepción ¿verdad? Si, esto tiene que funcionar.
Todo el mundo gana, pero nadie gana, realmente.

En primer lugar, preparaos porque no va a desaparecer la figura del escritor (aunque sí como lo conocíamos hasta ahora, el escritor profesional) ni de la editorial ni del lector; va a desaparecer la figura del corrector. De hecho, hoy día en la mayoría de las editoriales los escritores reciben una galerada de su obra que no es otra cosa que un modo encubierto de decir que, si aceptas esa galerada, aceptas que todos los fallos que se te puedan haber pasado son culpa tuya, no de la editorial. Así no eran las galeradas. Porque, amigo, en este nuevo mundo de literatura al alcance de todos, uno de los objetivos de la industria esa que tenemos que proteger para que no nos linchen, es acostumbrar a los lectores a comprar novelas, a gastarse su dinero en novelas que no han sido corregidas, y en las que da exactamente lo mismo que el estilo sea pobre y repetitivo, y que las tramas sean pobres y repetitivas.

Si no contribuyes a esto eres un mal compañero de los compañeros que se han lanzado a esta aventura sin haber leído dos mil libros y haber escrito cien relatos, y no se han preocupado jamás de aclarar las dudas que tenían sobre gramática, sobre laísmos, sobre concordancias verbales, sobre el oficio de la literatura. Acostumbra al lector a lo malo y ya no podrá buscar lo bueno. Acostumbra al consumidor a comprar teléfonos que se averían a los dos meses y lo asumirá como norma. Te ahorras una pasta y sigues vendiendo móviles. Debería funcionar.

En caso de dudas, solo tienes que bajar el nivel también de las novelas que ganan premios literarios y el círculo termina de cerrarse. ¿Cómo puedes acusar de que una novela sea mala si tiene los mismos defectos (que solo puede ver un crítico intransigente, según el modo de pensar actual) que una novela ganadora de este o aquel premio?

Además, ya puestos a ahorrar costes y aprovechando el corporativismo literario, lanza a tus escritores a hablar bien unos de otros, lánzalos a hacer sus propias sinopsis, lánzalos a preocuparse ellos de que los libros estén en las librerías, lánzalos a que se preocupen ellos de dónde se hace una presentación, de tener presencia en este o aquel encuentro, lánzalos a vender su obra a puerta fría, más allá del ejercicio de venta que supone en sí la fabricación del producto. Pregúntales si tienen un amigo que les hiciera la portada. Pregúntales si tienen algún contacto en la tele. Proponles una de nazis.

No se te ocurra hacerles sentirse escritores profesionales jamás, porque entonces no habrá vuelta atrás y habrás perdido a ese escritor/corrector/maquetador/organizador/publicista al que tenías convencido de que era escritor en un mundo donde escritor puede ser cualquiera.

Y escritor puede ser cualquiera, no seré yo quien lo niegue, igual que campeón de kung fu de su provincia, cualquiera que no le falte una pierna y tenga voluntad para serlo. Cualquier que tenga preparación, cualidades y empeño. Porque cuando uno es escritor profesional, no es que sepa leer y escribir, y se le haya ocurrido una historia, y haya puesto la palabra fin. No. Los escritores no son los practicantes de kung fu, son los campeones de kung fu, al menos de su provincia y, si quieren ganarse la vida con ello, de su comunidad autónoma. Todo lo demás no son escritores sino gente que podría ser un escritor si siguen trabajando en ello y si desarrollan su inteligencia, su empatía, su poso cultural, su estilo, su gramática… su oficio. Su kung fu.

Pero esto hay que venderlo, repito, y venderlo quiere decir que te lo compren, no que lo pirateen, así que tenemos un segundo problema. Tenemos que ser corporativistas no solo en enseñar al lector un nuevo tipo de literatura, una con la que es mejor que no se tropiecen tus hijos cuando estén aprendiendo a leer; tenemos que ser corporativistas también en llamar piratas a los lectores que se descargan un libro de internet y se lo leen, y no le pagan un duro a nadie. Porque la industria se va al carajo si no ganamos dinero con los libros. Y estoy de acuerdo: la industria se va al carajo si no ganamos dinero con los libros, pero la industria de los videojuegos no se está yendo al carajo y los videojuegos se pueden piratear. Entonces ¿qué sucede con los libros? A lo mejor, lo que sucede, es que para hacer un videojuego tienes que ser un profesional como la copa de un pino y te tienes que rodear de profesionales, y el producto final merece el dinero que pagas por él. Quizá el lector, por mucho que lo mareemos, por mucho corporativismo que hagamos, puede ser transigente hasta cierto punto y puede no criticarte un libro por los múltiples fallos, lugares comunes y obviedades de tu novela, pero eso no quiere decir que lo vaya a regalar a su pareja en Navidades, no sé si me entiendes.

Y la industria del videojuego se irá a la mierda si comienza a igualar a la baja, porque, no nos engañemos, los videojuegos son cada vez mejores. ¿Sucede lo mismo con las novelas?

Quizá lo que sucede es que no estamos dejando boquiabiertos a los lectores de modo que quieran aplaudir y echar dinero en la gorra que, finalmente, todos los artistas tenemos que pasar para ganarnos la vida. Porque, no sé si os habéis dado cuenta, pero si la gente no pega palos en las librerías es porque los libros no se comen, ni se beben, ni se chutan, ni te cubren del frío, ni curan las enfermedades. No, ni los libros ni la Ópera.

Sin embargo, tenemos derecho a que nos paguen por nuestras novelas porque somos los autores, las ideas son nuestras, el esfuerzo es nuestro y el mérito es nuestro. ¿Es así? Vale. Y digo yo una cosa, ya puestos ¿por qué no le pasamos a George Romero una parte de lo que ganemos con novelas en que los zombis transmiten su maldición a través del mordisco y solo mueren de un tiro en la cabeza? Quiero decir, que si nosotros estamos jodidos sabiendo que nuestros libros se están descargando gratis, más jodido tiene que estar él pensando en la cantidad de millones que se ha ganado gracias a su idea sin que nadie le pase un duro.

Ya que nos ponemos tan estupendos con esto de nuestros derechos ¿cómo es que usamos la imagen de otros que se han ganado su status a base de trabajo y talento, lanzando campañas que atribuyen a este o aquel escritor ser «el nuevo Stephen King» o a esta o aquella obra ser «una mezcla de El silencio de los corderos y Resident Evil»? ¿Acaso no sabéis que la fama de esas obras o esas personas no os pertenece para que la uséis como reclamo?

No sé si habréis oído alguna vez la expresión «antes de criticar esto te tienes que lavar la boca con jabón». Hace pensar. Porque robar está mal solo cuando es delito ¿no? Pero robar las ideas de un autor o el nombre de otro, en este sentido no lo es, así que no es delito, así que no está mal y lo hacemos. ¡Si estamos robando hasta portadas de libros, por favor! Y somos corporativistas y no ponemos en evidencia una mala edición, pero dejamos sin trabajo a los correctores. Igualamos a la baja todas las novelas para que el escritor de al lado alabe la nuestra, nos pedimos cada vez menos, porque el escritor de al lado no va a chistar, y los lectores te dirán que eres muy guapo, porque siempre hay un lector que te diga que eres muy guapo, y la rueda gira, pero ya no sabemos si cuesta abajo o cuesta arriba. Engañamos a los lectores dando prestigio a algunos premios literarios que sabemos que están concedidos de antemano, que son un adelanto de los derechos de autor. Engañamos a los lectores repitiendo una y mil veces la misma idea, el mismo concepto, y le ponemos el nombre de un subgénero, así ya no nos estamos repitiendo, sino que escribimos subgénero, y hacemos piña entre nosotros y nos preparamos para que suene la caja registradora.

Pero la caja no suena, gilipollas ¿es que no te das cuenta?

Y la culpa no es del lector, porque el lector es mitómano por naturaleza y quiere estar cerca de sus objetos de culto, y los compra, porque cree que es justo y es bueno, y porque eso da más valor a su sentido poético de ver la Literatura. Porque compra lo que es especial.

No. Estamos equivocados. Cuando todos ganan, nadie gana. Si todos los aprendices de kung fu ganan la provincial y se presentan a la autonómica, y también pasan todos, y luego pelean entre todos para ser el mejor practicante de kung fu de su país, y todos hacen ruido y dicen que eso no existe, que todos son buenos (algunos han entrenado dos meses y otros diez años, algunos son gordos o cojos, y otros rápidos o letales, pero todos buenos), cuando eso sucede ¿quién coño esperas que compre una puta entrada para ver la gran final?


Di la verdad. A ti no te importa que te roben. A ti lo que te importa es pagar las facturas con lo que escribes. Entonces, pienso, ¿qué tal si nos ponemos a escribir en serio y dejamos de salvarle la vida al que no lo está haciendo? ¿Qué tal si dejamos de llamar ladrón al lector que ha decidido leer nuestro libro pero no comprarlo? A lo mejor no es solo su culpa. Pensad en los videojuegos. Cada vez más calidad, cada vez más inversión, cada vez menos complejos y, al final, están haciendo arte y viven de ello.  

6 comentarios:

  1. Buena entrada.

    La conclusión a la que llego es que un escritor, en nuestro país, no puede criticar la obra de otro escritor, aunque sea una mierda, a menos que esté dispuesto a luchar él solo, como un David contra Goliat, contra ese corporativismo de mierda y los miles de palmeros —o groupies de lo literario— que lo secundan y que hacen que el sector huela cada vez peor y que se vendan cada vez menos novelas.

    Todos a callar, todos a pasar por el aro, y de aquí a unos años no habrá un escritor que viva de lo que escribe (los correctores de los que habla Juan, para entonces, ya serán leyenda).

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  2. Discrepo en cierta medida con Juan.

    Es cierto que la afabilidad entre los escritores está siendo cada vez mayor, hasta tal punto que puede ser negativo. No obstante, el lector es el que finalmente juzga. Por mucho que Juan alabe mi obra barata, quizás piquen dos lectores, al que hace cuatro el runrún no lo calla ni Arturo Pérez Reverte.

    Asimismo, creo que se obvia la gran odisea que vive un escritor para publicar con una editorial. Editar de verdad, no cohediciones y chorradas por el estilo. Cosa que la industria de los videojuegos no vive, puesto que la idea se la fabrican ellos con sus diversas administraciones y luego ellos mismos rectifican y corrigen a su gusto.

    En definitiva, en este mundo tenemos ese compañerismo, verdadero o no, entre los distintos autores. Llámese por miedo a que te hundan, por interés, porque eres nuevo y que te empiecen a aplastar duele, o por muchas motivos. ¿Puede llegar a ser eso dañino? Sí. ¿Hasta el punto que se describe aquí? Lo dudo.

    La desventaja de un libro contra un videojuego es que el libro te incita a trabajar la imaginación, mientras que el otro te lo da todo mascado. El libro no tiene banda sonora, el videojuego hasta el pedo del personaje que aparece de fondo tras una misión secundaria del modo campaña... ¿Sigo?

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  3. Hombre, muy de acuerdo con unas cosas y con otras no tanto.

    Con el tema de los videojuegos, no sólo es que Hirel9 tenga razón en su comentario, sino que, ¿cuántos jóvenes de entre 10 y 20 años conoces enganchados a la lectura? ¿Tantos como los que se compran el último Fifa nada más salir? No sé, es comparar negocios MUY distintos con públicos diferentes en muchos casos... y además la comparación no es del todo cierta. Una de las críticas más extendidas de un tiempo a esta parte con la industria de los videojuegos es que cada vez salen juegos más simplones, sencillos, malos, saca cuartos y repetitivos, y esto lo dicen hasta desarrolladores de videojuegos que llevan años en el negocio. Que de vez en cuando salga un "The last of us" no quiere decir que sea la norma, sino la excepción. Ahí tenemos el último "Assassins Creed" y sus infinitos bugs.

    Lo de no poder hablar del libro de un compañero, no mal, sino con sinceridad para lo que a uno no le ha gustado, sí me parece más grave y más serio, pero también hay que tener en cuenta que si hay escritores que se dedican a escribir mierda, en algún momento ésta acabará por no venderse y chao, chao.

    Tampoco veo mal que alguien se anuncie como el "stephen king español". Además de que puede ser verdad, es marketing... del mismo tipo que usan los videojuegos, además.

    Por cierto, algo de autocrítica al post no vendría mal. Pero me ha gustado. Repito, coincido en muchos puntos, aunque en el que menos es con el tema de los videojuegos (¿cuántos Mario similares llevamos ya para Wii-WiiU?)

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    Respuestas
    1. Lo que importa en el tema de los videojuegos no es la diferencia con la literatura, sino la semejanza: también pueden ser pirateados. Entonces ¿los problemas de la industria literaria son del pirateo?
      Eso es a lo que me refiero. Vamos a mirar qué están haciendo ellos mejor.
      Con respecto a jóvenes de entre 10 y 20 años enganchados a la literatura, te diré: millones. De hecho, lo que está surgiendo como la espuma es la literatura enfocada hacia ellos. Te pongo ejemplos: Harry Potter, Los juegos del hambre, La biblia de los caídos, El corredor del laberinto.
      Además, estoy convencido de que los jóvenes entre 10 y 20 años están, como poco, igual de preparados para piratear que los de mi generación.
      Estás en tu derecho a no ver algo malo en usar la imagen de otra persona, sin su permiso, en tu propio beneficio, pero lo que yo veo como honrado si quieres hacerlo, es pedir a esa persona que se lea tu libro y dé su opinión en un blurb, si es que le ha gustado.
      Con respecto a la autocrítica, me la hago cuando me esfuerzo en escribir cada día un poco mejor.
      Mil gracias en cualquier caso por tus comentarios.

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    2. Pueden ser pirateados... pero no son el mismo público. Al menos, en general. Además de que el pirateo cada vez está más difícil, y si no que nos lo pregunten a los usuarios de PS3 y PS4. Dados los bajos precios que algunos juegos llegan a alcanzar cuando las compañías se ponen de rebajas. Son otra industria donde hasta el pirateo es muy diferente, por no hablar de la mentalidad de sus consumidores a la hora de comprar.

      De todos modos, yo veo evidente que el problema de la industria literaria no es el pirateo, pero tampoco creo que a la de los videojuegos le vaya tan bien porque cada vez sean mejores. Precisamente, muchos juegos top ventas son lo mismo de lo mismo de lo mismo. Aunque tampoco seamos papistas y negar que la piratería también hace mal igual que bien, ¿cuántos desarrolladoras pequeñitas de juegos han quebrado por la piratería?

      En cuanto a lo de los jóvenes, los ejemplos que pones son excepciones, al fin y al cabo. Si te pones a comparar esas cifras con la de jóvenes compradores de Fifa y Pokemon... En fin, que el susto puede ser grande. Millones a Harry Potter y millones de millones al último "Call of Duty".

      No creo que sea usar la imagen de otra persona. Es marketing. Yo sé que intentas llevarlo al extremo (como el caso de George Romero y los zombis) para que la gente se dé cuenta de lo mucho que se llora por la piratería pero... en el caso de las etiquetas es marketing. Como poner "de los productores de El Hobbit" en una película. Y es un marketing, además, muy efectivo para escritores desconocidos. No es que sea el único camino del marketing, pero es uno efectivo y, sí, honrado.

      Hombre, esforzarte en escribir cada día un poco mejor más que autocrítica, siendo escritor, creo que es el deber de todo juntaletras, ¿no? ;) Como lector hasta diría que es una obligación... miedo me da el escritor que ni se esfuerce en eso ni haga autocrítica.

      Un placer.

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    3. Muchas gracias por tus comentarios, de verdad.
      Un saludo.

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